smile

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Un día la vida me golpeó tan fuerte que me enseñó a resistir. Un día me mintieron de tal forma que me dolió y entonces aprendí a ir siempre de frente con la verdad. Un día me falló quien menos imaginaba y entendí que las palabras hay que cumplirlas y de los actos hay que hacerse cargo.
A veces es necesario dar vuelta a la página y empezar de cero, aunque cueste o duela.
El mejor guerrero no es aquel que triunfa siempre sino el que vuelve sin miedo a la batalla.

viernes, 26 de septiembre de 2014




                                                            

                                                                                Día 10






Había pasado unos meses después de la muerte de mi madre. Yo nunca antes había hablado sobre mis padres en este diario si no sobre Jorge y mis amigos. La muerte de mi madre me cogió completamente por sorpresa y me afectó demasiado, más de lo que yo nunca hubiese creído. Al parecer desde un tiempo atrás empezó a padecer una especie de enfermedad de la cual yo no había sido enterada y me dolió  que mis padres no me hubiesen tenido el valor de contármelo, de confiar en mí. Prefirieron ocultármelo para sentirme dolida, más que traicionada y muy vacía.

En casa ahora éramos mi papá llamado Leo y yo, al menos de lo que pertenecíamos a la familia. Aparte vivíamos con una criada que papá había contratado para que se encargara de las tareas de la casa. También nos acompañaba un hombre de estatura media, con el pelo negro repeinado hacia detrás  y unas gafas redondas. Era el empresario de papá. Mi padre, ahora es un hombre de negocios multimillonario-en su trabajo no le había ido nada mal- pero era obvio que desde que murió mamá lo único que hacía es centrarse en su trabajo, para olvidar el dolor que le producía. Es verdad que ahora no me falta nada de nada, pero tampoco es que me importe. El dinero no trae la felicidad.
-Cariño-alcé la cabeza.
Era la criada, que me observaba con un rostro preocupado.
-¿Te encuentras bien cielo?-preguntó-llevas mirando ese jarrón casi una hora. Ni si quiera te mueves.
No me había fijado que llevaba tanto tiempo absorta en mis pensamientos y encima con la mirada perdida a ese jarrón tan espantoso. Últimamente me había vuelto tremendamente despistada.
-¿Leah?-dijo Elena, así era su nombre.
-Sí, estoy bien, sólo pensaba.
-Bueno… -dejó la frase a medias, parecía estar preocupada- he hecho tarta de manzana, sé que es tu preferida y quería subirte un poco el ánimo- Elena era muy tímida, pero era una gran persona.
Le sonreí  y ella suspiró aliviada.
-Gracias, por preocuparte tanto por mí- paré un momento-y sí, amo la tarta de manzana, así que vamos a comernos un pedazo las dos, ¿te parece?- me levanté animada y le ofrecí mi mano.
Elena asintió con la cabeza y rápidamente me cogió de la mano y la arrastré conmigo en dirección a la cocina. Era increíble como Elena se daba cuenta de lo sola que me sentía desde aquel día, ya que como dije anteriormente mi padre se profundizaba en su trabajo todo el día. No sé por qué eso le hacía sentir mejor y olvidar el dolor, pero yo no quería que sufriera así que simplemente me limitaba a hacer mis cosas y a quedarme callada. Perder a mamá le dolió igual o mucho más que a mí. Al menos él era valiente y salía todos los días adelante de aquella forma, yo sin embargo me ahogaba en lágrimas todas las noches. Mi padre tenía una especie de cuarto viejo-que no usábamos para nada en casa- donde guardaba todas sus cosas. Me encanta entrar y pasar las horas rodeadas de sus cosas, me hacía sentir como si estuviese a su lado. Elena conseguía ocupar ese lugar tan vacío en mi corazón, sanaba el dolor de mi pecho. La tarta de manzana que preparaba era igualita a la de mamá.
Llevábamos un rato en silencio comiendo y ella habló.
-Leah, sé por lo que estas pasando con lo de tu madre-agaché la cabeza, los ojos se me inundaron en lágrimas y yo no quería me viera así- solo quería decirte que yo estaré para lo que necesites. No pretendo ocupar el lugar de tu madre ni mucho menos, solo quiero que sepas que no estás sola, saldrás de esta y te ayudaré. Te daré un consejo: refúgiate en las personas que te quieren. No estás sola.
Levanté la mirada y no pude evitar sonreír.
-Eres muy bonita cuando sonríes, ¿sabes?
Me levanté y la abracé.
-Gracias- me sequé la cara llena de lágrimas-gracias de verdad.
-No me tienes que agradecer nada-dijo mientras sujetaba el rostro con su manos que eran muy suaves-tengo que volver al trabajo, ya sabes
-Está bien-reí y la dejé ir.
No quería que se fuera.
 -Para lo que necesites- se paró en la puerta de la cocina antes de salir- sabes donde vivo-solté una carcajada y me guiñó un ojo.
Gracias a ella me sentía mejor. 
El teléfono sonó y me sobresalté. Agarré mi móvil… Jorge.
-Jorge ¿qué pasa?
-Solo quería ver cómo estabas- dijo
-Bien-mentí.
-Mientes fatal- dijo indignado, odiaba que le mintiera- quería preguntarte  si tenías algo que hacer como en una hora.
-No, ¿por qué?- dije intrigada.
-Quiero presentarte a alguien.
-Bueno vale- miré el reloj- nos vemos en una hora.
-Vale, te paso a buscar después. Te quiero.
-Y yo.