smile

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Un día la vida me golpeó tan fuerte que me enseñó a resistir. Un día me mintieron de tal forma que me dolió y entonces aprendí a ir siempre de frente con la verdad. Un día me falló quien menos imaginaba y entendí que las palabras hay que cumplirlas y de los actos hay que hacerse cargo.
A veces es necesario dar vuelta a la página y empezar de cero, aunque cueste o duela.
El mejor guerrero no es aquel que triunfa siempre sino el que vuelve sin miedo a la batalla.

lunes, 20 de enero de 2014

Todos los días de mi vida, me creía más que nadie. Era una niña caprichosa. Lo único que me importaba era pedir cosas y claramente recibirlas, quería ser como todos e ir a la moda con el resto. Discutía a todas horas con mis padres, porque ellos no me daban lo que yo quería. No entendían lo importante que era para mi, conseguir todo lo que pedía. Yo pensaba que ellos eran las peores persona que había conocido nunca. Pensaba que no me querían y no me respetaban. Yo no les valoraba a ellos, ya que ellos no me daban lo que quería. El amor es eso ¿no? dar y no recibir nada a cambio. Pero eso un día cambio. Un día al llegar a casa, mi padre estaba sentado en el sillón esperándome. Fue cuando me dijo que a mi madre le detectaron una enfermedad que no tiene cura. Claramente a mi no me importo mucho, ya que no me llevaba bien con ella. Mi padre y yo fuimos al hospital y fue cuando la vi. Estaba allí, acostada en la camilla, débil y pálida. En ese momento, un sentimiento desconocido nació en mi. Me di cuenta, de que... no odiaba tanto a mi madre como para poder pasar de ella, en aquel momento. Mi madre consiguió despertar un nuevo sentimiento nuevo en mi
Todos los días al salir del instituto, lo primero que hacía, era ir al hospital, para verla y estar con ella. Mi madre, a pesar de todo, me sigue queriendo como el primer día. Desde que descubrí la enfermedad de mi madre, descubrí que no la odiaba, que en verdad la amaba con todo mi corazón. Es triste, haberme dado cuenta solamente cuando pensé que la perdía. Nunca me di cuenta, de que ella solo hacía todo lo que hacía por mi bien.
Al paso de tiempo, mi madre se recuperó, pero la enfermedad que ella tenía era para siempre. Todo a partir de que ella salió del hospital fue muy diferente. Nunca nos peleábamos. Hacíamos de todo juntas, le contaba todos mis problemas y la ayudaba siempre que la veía apurada con cualquier cosa. Era como mi mejor amiga. Nunca anteriormente había sido tan feliz. Lo único que quería hacer era hacerla sonreír, hacerla feliz y quererla cada día más. Nunca supe que era tener una madre de verdad, hasta que la encontré. Amaba levantarme cada día y darle un abrazo.
Un día, la enfermedad le paso factura. Yo no entendí que pasaba, si hasta ayer, ella estaba bien. Yo estaba tan asustada, que no podía ni llorar. Estaba en la sala de espera y sentía como mi madre estaba luchando por quedarse conmigo, yo lo se. Ella me quería lo suficiente como para irse de mi para siempre. Todo el rato que pase en la sala de espera, me sentí culpable. Nunca había sentido un odio tan enorme hacía mi misma. ¿Cómo podía haber dejado a mi madre sola tanto tiempo? ¿Por qué nunca me senté a hablar con ella? Mientras yo estaba allí sentada pensando y pensando salio mi padre del quirofano. Yo le miré justo cuando me dijo que mamá, habia.... muerto.
Agarré el bolso de mi madre y lo abracé fuerte, cuando se calló una carta de su bolso. Mientras estaba llorando, recogí la carta del suelo en donde ponía mi nombre escrito por detrás.
En la carta ponía:
Querida hija mía:
No sabes lo feliz que me has hecho desde el día en que naciste. Eres una hija estupenda. Se que en el pasado no me querías y peleábamos todo el tiempo, se que no podías soportar que yo no te diera lo que querías y lo siento. Intenté ser lo mejor madre posible. Siento no haberte dado todo aquello que me pedías, pero es que no podía. Lo siento tanto hija mía. No sabes lo feliz que me ha hecho tenerte a mi lado estos días de mi enfermedad. Te escribo esta carta, porque se que este día llegaría y solo quería aprovechar contigo, lo que me quedaba de vida. Cariño mio, prométeme que no te echarás la culpa de lo que ha pasado, porque no lo es. Pase lo que pase lo que haya pasado, recuerda lo muchísimo que te quiero cariño. Se que no estaré a tu lado, pero siempre estaré en tu corazón. Perdóname.
No sabía que pensar después de eso. Me levanté y abracé a mi padre y rompí a llorar. ¿Cómo podía haberle fallado así?
Mamá, no pasa un día en el que no recuerde todo lo que te hice, no pasa un día en el que no me sienta culpable, no pasa un día en el que quiero que vuelvas aquí conmigo solamente para abrazarte una vez más. Ojalá estuvieras aquí mamá. Te amo.


Valora lo que tienes, antes de que te arrepientas por haberlo perdido.